lunes, octubre 26, 2015

El “ovni de Canarias” en Akásico (más petición final al lector)

En la web de Akásico figura este artículo: El ovni de la discordia, que versa sobre el famoso fenómeno observado desde Canarias el 5 de marzo de 1979, cuyo origen fue el lanzamiento de un par de misiles Poseidón al oeste de CanariasNo aparece autor o autores ni referencia, al margen del año, 2007. La versión en papel debió ser publicada en Año Cero o Enigmas. Me he tomado la molestia de comentar algunas cosas de las que aparecen en el deficiente artículo on line. Al final incluyo una petición al lector.

Sus argumentos principales son interpretaciones sesgadas y erróneas, cuando no estiradas hasta el absurdo. Se trata del habitual embrollo periodístico cuyo resultado es el aumento de la confusión en toda aquella mente que no haya revisado las fuentes originales con detalle.

Al referirse a las conclusiones de la  investigación oficial del Ejército del Aire (expediente oficial desclasificado 790305, desclasificado el 24 de octubre de 1995) se dice:

Lo observado el 5 de marzo fue un Fenómeno Aéreo No Identificado (FANI), seguido de un Objeto Volante No Identificado (OVNI), y por lo tanto de origen desconocido. Sin embargo, y ya desde un primer momento, se indicó –sin pruebas razonables, dicho sea de paso- que lo observado pudo haber estado producido por un misil intercontinental Polaris, aún a pesar de no existir –ni ofrecerse- pruebas oficiales que lo avalasen, presuntamente lanzado a cientos de millas al suroeste del archipiélago.

Para el autor, las numerosas fotografías del fenómeno no son pruebas razonables de que lo que en ellas se observa son los efectos de los gases de combustión de un misil. Prefiere mantenerse en la ignorancia interesada. Es de suponer que tampoco deseó ver el artículo que publiqué en la web de la desaparecida fundación Anomalía: ¿OVNIs o misiles?: juzgue Vd. mismo, en el que comparo las fotos canarias con una pequeña muestra de fotos de lanzamientos de misiles desde otros lugares del mundo, pero no cometo la torpeza –o la burda trampa- de mostrar un misil en el instante de salir a la superficie del mar al lado de las imágenes de Canarias, sino que los muestro en etapas semejantes, a gran altura, a decenas de kilómetros sobre la superficie marina, que es donde se producen esos espectaculares juegos luminosos entre los productos de la quema de etapas y los rayos solares, en particular cuando el Sol se halla bajo el horizonte para los observadores en tierra. Esto no es “prueba oficial”: es sentido común.


A la izquierda, imagen de los efectos gaseosos a gran altura, iluminados por el Sol ya situado bajo el horizonte a nivel del mar, el 5 de marzo de 1979. Imagen captada desde Izaña (Tenerife). A la derecha, efectos idénticos fotografiados desde Kitt Peak, Arizona el 2 de octubre de 1999 de un misil Minuteman II lanzado desde la base de Vandenberg (California).

Otro argumento para descartar la naturaleza balística del caso usado por el/los autor/es es el del alcance de los misiles Poseidón. Entre otras posibilidades previas, cita el alcance ya indicado por Ballester Olmos y Campo en la Revista de Aeronáutica y Astronáutica (marzo 2001) de 4.600 kilómetros, pero:

Se hace preciso añadir que partiendo de la distancia exacta desde donde se efectuaron los supuestos lanzamientos, éstos no habrían podido llegar al lugar indicado, precipitándose sobre Francia u Holanda, o entre la frontera entre de Polonia y Bielorrusia respectivamente.

¿A qué información se está refiriendo el autor del artículo? ¿Se refiere a los cálculos aproximados de lejanía y altura mínimas aportados por Manuel Borraz en 1992o a las impresiones que uno de los tripulantes del submarino Kamehameha ofreció a Alfonso Ferrer a principios de siglo XXI? (véase “El ‘ovni de Canarias’. Hablan militares norteamericanos”. Alfonso Ferrer. En: @nomalía, 10, 2009).

Resalta el cinismo del autor al indicar que:

… se jugó con el desconocimiento por parte de la opinión pública en referencia a las características propias de este tipo de proyectil para concluir momentáneamente una serie de incidentes cuyas características observadas en nada tenían que ver con aquello que se indicó.

Mi opinión, y la de otros muchos investigadores, es que quienes jugaron con el desconocimiento de la opinión pública fueron aquéllos que se empeñaron en mantener que los fenómenos respondieron a causas extrañas o misteriosas, siempre sin aportar pruebas a la altura de tales afirmaciones, contentándose con remarcar la existencia de unos pocos testimonios extravagantes que no se conformaban con la mayoría, algo usual cuando se produce un fenómeno luminoso a gran altura con miles de testigos potenciales, como es el caso de los bólidos, las reentradas de chatarra espacial y los lanzamientos de misiles balísticos desde submarinos o bases en tierra.

Por supuesto, al contrario de lo que indica el/los autor/es, ni los testigos entrevistados en la época ni los que en 1999 –año al que se refiere el periodista- llevan a pensar que “los presuntos artefactos militares se encontraran justo encima de las islas”. Al contrario, si se contrastan las declaraciones aparecidas a los pocos días de ocurrir el suceso, observamos que una parte de los testigos de las diferentes islas tomaban como referencia para situar el espectáculo celeste alguna de las islas situadas al oeste respecto de aquella en la que se hallaban, pero ningún testigo de El Hierro o de La Palma indicó que se localizara sobre La Gomera, Tenerife o Fuerteventura, sino en dirección al mar, al oeste del archipiélago. Esta sencilla comprobación no fue realizada, al parecer, por el autor del lioso artículo.

Se indica a continuación que, “según el análisis objetivo de los datos realizado por nuestro equipo” (sic), “teniéndose en cuenta que en este incidente son miles los testigos que coinciden en indicar esa serie de cuestiones anómalas”. Esto quiere decir, en realidad, que las cuestiones básicas de psicología de la percepción, el temor, la subjetividad y las fallas ineluctables del testimonio humano deben ser obviadas, confiar porque sí y dar por buenos aquellos detalles que coincidan con mis ideas preconcebidas sobre las maravillas ufo-paranormales de que vivimos rodeados. Porque es que: “¡El fenómeno tuvo una envergadura sorprendente!” y además se produjeron “cambios de trayectoria, estacionamientos y deceleraciones, unas maniobras imposibles de efectuar por un misil de las características que se pretende”. Se trata de las mismas simplezas interesadas aptas únicamente para quien de antemano decidió asimilar un escenario anómalo diseñado por periodistas practicantes de la pseudo-ufología con décadas de experiencia y nula credibilidad. La inmensa mayoría de los testimonios no se refirió a esos detalles “anómalos”, que se debieron a la interpretación subjetiva y deformada de unos pocos testigos: lo esperable en un suceso como este.

Un estudio “llevado a cabo en uno de los lugares exactos desde donde se obtuvieron varias de las famosas fotografías” permitió a los autores (escriben en plural pero en el enlace de Internet no aparece autor alguno y no consta tal estudio) “comprobar in situ que muchos de los datos recopilados por el Ejército del Aire en el informe desclasificado son ciertos, evidenciándose ante todo que el fenómeno era incluso mayor que lo que se ha venido describiendo hasta el momento”. Es de lo poco sensato que hay en el artículo. Ciertamente, el fenómeno tuvo unas dimensiones mucho mayores que las que el juez instructor del caso le asignó; en realidad, el ahora coronel Pedro Ortega no llegó a saber en ningún momento la causa del fenómeno, motivo por el cual lo dejó sin explicar como Fenómeno Aéreo No Identificado (FANI) y ovni en una segunda etapa.

El resumen de las dimensiones obtenidas en el citado “estudio” vuelve a pecar por defecto: 10 kilómetros de altura sobre el nivel del mar y 200 kilómetros de distancia a las islas. Los datos numéricos que figuran a continuación parecen quedarse cortos, pero empiezan a dar una idea de la magnitud real del fenómeno; a pesar de ello, no llevó al autor o autores a sospechar la auténtica naturaleza del caso, que prefirió mantenerse en un ficticio escenario misterioso:

-  La gigantesca campana de luz quedó estacionada durante un tiempo indeterminado, alcanzando una altura aproximada de 70 Km.
-   En su mayor magnitud la citada campana alcanzó  70 Km. de sección.
-    Con un área que ofrecía la sorprendente cifra de 3.500 Km2.
-  Con un diámetro de la línea amarilla interior observada en las instantáneas de 65Km. En otras palabras, la campana luminosa casi duplicaría la superficie de la isla de Tenerife.
-  Según informes oficiales, el diámetro de la galaxia [así llama metafóricamente al fenómeno de las estelas y el objeto central] fue de unos 100 Km. de envergadura.
-     Sin embargo obtuvimos datos mayores, pues llegamos a constatar que ésta alcanzó aproximadamente 283 Km.

Estos datos son producto de las mediciones realizadas desde un lugar de Gran Canaria no indicado basándose en una de las fotos obtenidas aquel anochecer de 1979. Son simples tentativas que se aproximan a las dimensiones reales de un fenómeno completamente artificial. Pero el proceso de realización de esas mediciones no consta en el enlace de Internet; es posible que fuera publicado en la edición impresa de la revista y eliminado de la versión digital.

A continuación se aleja de nuevo de la evidencia disponible al apuntar que al proyectar esos datos sobre cartas náuticas y planos militares del archipiélago “… tenemos en cuenta que el fenómeno se estima a unos 223 Km. de Izaña (Tenerife) comprobamos que los extremos del mismo casi rozan El Hierro y La Palma”. No hay testimonio alguno, o conjunto de éstos, que permita pensar que alguna etapa del suceso se desarrollara sobre el extremo occidental de Canarias. En cuanto a la distancia, esos 223 Km. se quedan cortísimos, como planteó Manuel Borraz en Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios, ensayo que es de imaginar conoce el autor o autores del artículo (http://www.ikaros.org.es/galdar.pdf).

Cualquier investigador guiado por la lógica y el interés en explicar los misterios llegaría a la conclusión, a partir de las aproximaciones mínimas de Borraz citadas y las que ahora presenta el autor del artículo de Internet, que el fenómeno, efectivamente, tuvo su origen en, al menos, un lanzamiento balístico desde un submarino al oeste de Canarias, porque ésas son las dimensiones que sus sucesivas etapas alcanzan, y también porque es prácticamente idéntico al espectáculo visual observado en muchas otras ocasiones previas y posteriores; pero no: su “primera gran conclusión” es que un misil de las características que se pretende no puede alcanzar semejante magnitud, ni siquiera en el momento de mayor apogeo. No se razona el por qué de esta afirmación, que choca con la evidencia empírica de no pocas ocasiones prácticamente idénticas. Tampoco tiene especial relevancia para el autor o autores que Alfonso Ferrer localizase vía Internet a varios de los tripulantes de los submarinos responsables de los lanzamientos observados desde Canarias y que confirmaran, al mostrarle las fotografías del 5/3/79, que efectivamente se trataba de un fenómeno muy conocido para ellos. Para el autor del artículo, “las declaraciones eran confusas y sin proporcionar pruebas fehacientes que permitieran corroborar sus afirmaciones”. Obviamente, las dudas que surgen a raíz del testimonio obtenido por Ferrer del militar Robert Boice nacen de la autenticidad de la fuente y de si se refiere concretamente a la fecha en cuestión. Pero sería sorprendente, más sin conocer a Ferrer, que un presunto militar retirado confirmara los hechos planteados por el citado de no ser más que un tipo sin relación profesional alguna con estas pruebas balísticas. En este caso, lo lógico habría sido hacer caso omiso a sus preguntas por correo electrónico. Las respuestas obtenidas son, además, bastante coherentes con el escenario general del acontecimiento, aunque inexactas.

Por otro lado, las argumentaciones del artículo pueden ser igualmente vueltas en su contra por razones semejantes: ¿por qué tenemos que aceptar que, a partir de “nuestras recientes indagaciones”, los datos apuntan a que los submarinos zarparon de Rota pero con dirección no a Canarias sino a la República Federal de Alemania para incorporarse a unas maniobras de la OTAN?  Y si fue así en algunas ocasiones, ¿cómo sabe que también ocurrió lo mismo el 5 de marzo de 1979? “¿Fue Ferrer víctima de una confusión por parte de su informante o de una maniobra intoxicadora?”, pregunta el autor anónimo. Por mi parte, prefiero reservarme la opinión de quién intoxica realmente, y quiénes lo han hecho históricamente, aunque seguramente el lector lo adivinará.

Es difícil que el tripulante del submarino recordara la fecha exacta del suceso, pero, sin embargo, pareció resultarle familiar, y reconocer perfectamente lo que quedó registrado en las fotos, independientemente de que fuera testigo de este caso concreto o de otros semejantes; fotos que son las enemigas número 1 de todos los especuladores gratuitos de este caso, ya que son objetivas y delatan, ante cualquiera que no desee seguir engañándose a sí mismo y a los demás, que toda aquella performance (perdóneseme el barbarismo) fue debida a un par de misiles Poseidón lanzados por la armada de los EE.UU. Por otro lado, no parece lógico pensar, como indica de pasada el autor, que se tratara de un día rutinario, como cualquier otro, lo que haría difícil que su recuerdo se ajustara a la realidad concreta de aquel día. El autor también realiza otras preguntas carentes de sentido: “¿Cuántos disparos podría presenciar  desde dentro de una mole de acero en al menos diez años de servicios”? Por algún motivo desconocido, los tripulantes de un submarino norteamericano no podían saber qué efectos produce en la alta atmósfera el lanzamiento de los misiles que llevan en la nave que pilotan… “¿Por qué iba a recordar algo que no pudo ver por estar dentro de la nave y cuya repercusión admitió desconocer?”. Es una pregunta semejante a la anterior, y la respuesta también es semejante. Tampoco es difícil de imaginar que ninguno de los tripulantes del submarino norteamericano Kamehameha comprara los días siguientes El Día o el Diario de Avisos en un kiosco de la plaza de España de Santa Cruz de Tenerife para enterarse de la repercusión social del fenómeno observado el atardecer del 5 de marzo.

Tal y como de desprende de nuestras simulaciones realizadas a partir de muchos de los datos obtenidos tanto en 1979 como a día de hoy, las versiones balísticas propuestas despojadas de sus engañosos gráficos e hipótesis un tanto sospechosas apenas soportan un sencillo análisis. Más bien al contrario, pues precisamente estudios recientes vienen a demostrar algo muy distinto a lo que desde determinados sectores se ha afirmado durante años sin pruebas contundentes, y lo que es peor, despreciando un elemento importante dentro de todos los incidentes OVNI: en este caso el testimonio ofrecido por miles de canarios que ponen en tela de juicio la veracidad –y las intenciones- de los que abogan por la tesis del Poseidón C-3.

En verdad que estoy deseoso de conocer esas simulaciones a partir de “muchos datos”; también estoy deseoso de conocer por qué esas hipótesis balísticas son “un tanto engañosas”, y también ardo en deseos de conocer esos “estudios recientes” que, hasta ahora, no he visto por parte alguna, a pesar de que, al parecer, demuestran que el fenómeno fue algo…, no sé, ¿raro?; ¿paranormal?; “¿ufo-misterioso?; ¿extraterrestre?; ¿chiripitifláutico?

El último párrafo incide en una vieja trampa: comparar el fenómeno del 5/3/79 con la salida del mar de un misil para descartar que el primero pudiese tratarse del citado artefacto. Presumo que ésta es la absurda comparación que se pretende establecer porque no figura imagen alguna en la web. De ahí dictamina el autor que “en absoluto puede ser el referido y mil veces citado Poseidón C-3, incapaz de generar tales efectos”. Es sorprendente el desconocimiento que muestra el autor, más cuando parece haber indagado en el suceso –dando palos de ciego, no obstante-, aunque ello no le ha permitido descubrir y observar las múltiples instantáneas que existen en todo el mundo de fenómenos idénticos al del caso canario reconocidos como lanzamientos balísticos por las potencias responsables. Así se mantiene el falso misterio: ignorando los hechos evidentes y evitando cualquier interpretación económica al respecto.

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PETICIÓN AL LECTOR:

¿Podría el lector aportar copia íntegra de la versión publicada en la revista Año Cero o Enigmas de este artículo http://www.xn--revistaaocero-pkb.com/secciones/ovnis-vida-extraterrestre/ovni-discordia  reproducido en la web de Akásico, incluyendo referencia completa?

¿Incluye la versión en papel alguno de los “estudios” a los que se refiere en el texto? Si no, ¿dónde fueron publicados? ¿Son accesibles en algún web o blog?

Remita el material citado a esta dirección de correo electrónico: rcampop@gmail.com Muchas gracias de antemano.

sábado, octubre 24, 2015

viernes, octubre 23, 2015

Platillo volante estrellado en Hollywood

El Día (Santa Cruz de Tenerife) informó el 19 de julio de 1947 de que un platillo volante de 75 centímetros de diámetro había chocado en Hollywood contra la casa de un tal Rusell Long.


Se lo llevaron los bomberos después de que estuviera echando una columna de humo durante diez minutos. Se trató de una de las bromas que por entonces empezaron a proliferar (http://marcianitosverdes.haaan.com/2011/10/el-da-despus-de-roswell-32/ y http://web.archive.org/web/20080517115859/http://kenny.anomalyresponse.org/47Hollywood.html) a la caza de las recompensas que se ofrecían por capturar un platillo de los que tenían sugestionada a la opinión pública norteamericana, como aseguraba la noticia de agencia.

jueves, octubre 22, 2015

Historietas de Las Cañadas del Teide

En el nuevo número de la revista Catharum, 14, que publica anualmente el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias de Puerto de la Cruz (Tenerife) aparece un largo artículo mío titulado: Las Cañadas del Teide: lugar mágico y cosmopuerto extraterrestre en el que trato algunas leyendas y creencias que sobre el supuesto lugar mágico del Parque Nacional se han contado y escrito por los periodistas de lo insólito, enigmático y crematístico. Que sea de su gusto.


Mirador de la Ruleta, en Las Cañadas del Teide (Tenerife). Aquí tuvo su centro de coordinación la alerta ovni de 24 de junio de 1989, comandada por el desaparecido periodista Francisco Padrón y unos contactados madrileños que primero estuvieron quedándose con los palmeros para luego pasar a esta isla, entre otras cosas del más allá y del más acá.

sábado, octubre 03, 2015

Marcianos acuosos

Publicado hoy en el suplemento de divulgación científica Principia, de Diario de Avisos (Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España).


¿Caso "tipo Levelland" en Tenerife?

La información sobre este caso consiste en un muy breve y muy dudoso comentario en el libro de Jacques Vallée Fenómenos insólitos del espaci...